La heroína, una peligrosa droga derivada de la morfina, una droga semi-sintética, originada a partir de la opio. Se trata de una sustancia sintetizada por primera vez a finales del siglo XIX y principios de XX que surgió inicialmente para su uso como medicamento, que sin embargo, actualmente su uso se encuentra altamente restringido en la mayoría de los países por tratarse de una droga de abuso.
Se caracteriza por crear una dependencia física y psicológica a un ritmo muy acelerado.
La Heroína generalmente se vende en forma de polvo blanco o marrón, popularmente se conoce bajo las denominaciones de "caballo", "potro", "jaco", "reina" y "dama blanca".
Esta peligrosa sustancia es la causante de miles y miles testimonios como el siguiente:
Mi autodestrucción consciente empieza a los nueve años. No me sentía bien conmigo ni con lo que me rodeaba. Antes de los quince había tenido tres intentos de suicidio, entre los doce y los quince tomaba todo tipo de drogas. A los quince tengo mi primera hepatitis B, empiezo con la heroína, me dan tres o cuatro cólicos al riñón. A los diecisiete ya necesitaba heroína para levantarme de la cama, mi forma de vida giraba alrededor de la heroína. Me buscaba el dinero desde los trece años vendiendo drogas, robando y antes de los dieciocho prostituyéndome, siempre tuve miedo a vivir. Tuve todas las enfermedades venéreas que existen más de una vez, ingreso en hospital por infecciones por cándida en el cuero cabelludo que duró tres meses, y varios ingresos más por infecciones respiratorias o enfermedades venéreas. A los veintidós me dejé la heroína pero la sustituí por el alcohol en exceso, los porros y cocaína. Mi deseo de vivir seguía sin existir, mi organismo empezaba a pasarme factura, sentía que no me quedaban fuerzas para seguir con la heroína y me vi cerca la muerte por primera vez. Inconscientemente empezó mi deseo de vivir.
Con veintinueve me diagnostican del virus VIH. No le hice mucho caso pues yo siempre pensé que lo tenía. A los treinta y uno me empezaron a medicar con antivirales. Tengo que decir que anteriormente siempre había abusado de antibióticos, sulfamidas y penicilina. Durante dos años me trataron con Retrovir y Videx. Me sentí débil, baja de energía. Los análisis decían que tenía trombopenia y plaquetopenia. No me funciona el tratamiento y me propusieron cambiar al Hivid, otro antiviral. Les dije que sí pero decidí no tomar más medicamentos químicos. Durante años he sido usuaria de una asociación no gubernamental para el SIDA. Conozco mucha gente que me ayuda a compartir todos mis miedos y aprendo comprender cómo las cifras de las analíticas manipulan a las personas para que tomen antivirales. Conozco los efectos secundarios, cómo pruebas de diagnóstico del VIH primero daba positivo y luego negativo, cómo las defensas pueden variar según la hora, el estado en que te encuentras o el hospital que te hace las pruebas. Gracias a mis compañeros de la asociación conozco cómo les funcionan los tratamientos y cómo habían llegado a tener SIDA. Gran parte de las razones que tengo para buscar un camino alternativo se la debo a ellos.
Las drogas las dejé de tomar cuando me trataron con antivirales. Mi mente empezaba a ser más consciente de la situación en que me encontraba. Llegó a mis manos información disidente, contacté con Alfredo Embid de Madrid. Me puse a meditar y a analizar. Me permití pensar que múltiples factores habían podido deteriorar mi sistema inmunológico y empezó mi desintoxicación emocional respecto al miedo que produce pensar que hay un virus acechándote. Empecé a usar terapias naturales como acupuntura, homeopatía, moxibustión, auriculoterapia, lavativas, fitoterapia... Cambié mi nutrición y mi actitud ante la vida, todo esto muy poco a poco. Y he aprendido que la salud no es solo la parte física, sino la armonía entre lo físico, mental, emocional y espiritual, que hemos venido a la vida a aprender y todas mis experiencias me están enseñando algo básico: conocer el significado de amarme.
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